martes, 13 de marzo de 2012

El primer griego

Hubo algo en el entorno, el aire que respiraban mis padres - emigrantes que llegaron al pequeño pueblo de Västervik a finales de los años 70. Nací en la diáspora, junto con otros inmigrantes. Västervik fue el destino de muchos griegos que llegaron a trabajar un rato, para regresar como reyes al pueblo natal. Como Emanuel, un amigo de mi padre. Regresaron juntos a su pueblo. Emanuel tenía una cara redonda, amable, con una sonrisa grande, y una barba que no se dejaba vencer por solamente una rasurada al día. Entre los pelos que salían de su camisa en su pecho fuerte, tenía una cadena gruesa de oro, que brillaba con más fuerza al regresar al pueblo. Fueron recibidos como hijos perdidos, como si no hubieran comido más que pan duro durante los últimos años, y como si no existiera el vino fuera de Grecia. El amor se traducía en grasa en sus cuerpos. Tuvieron que comer para aguantar en el norte, en el país extraño y oscuro.

Emanuel aprendió sueco leyendo la biblia, comparándola con la biblia en griego, y así logró ingresar a la escuela de medicina en Estocolmo, con lo que accedió a un mundo de dinero, al igual que mi padre; mi padre emigró de un apartamento de la periferia, hijo de inmigrantes, trabajadores, para llegar a las casas bonitas, los códigos extraños de conducta, los muebles exquisitos, los colores suaves, la buena educación - donde se sentía en casa mi madre.

La primera vez que nos fuimos a Grecia iba a cumplir cuatro años. Estuvimos tres semanas, visitamos a Emanuel, comíamos helado, jugábamos con los niños. Cuando regresamos a Suecia, ya hablaba griego. Ya sabía que era griego. Pero mis padres se sorprendieron.

Intentaron formar un sueco. Me metieron al equipo local de futbol, con los niños suecos. Cuando pude, me cambié a un equipo de inmigrantes. Hablaba con un acento que mis papás no sabían de dónde venía. Era una mezcla de griego, turco, tigriña, árabe y sueco. Escuchaba rap de los suburbios, y me enamoré de una musulmana.

Mis papás se sorprendieron, porque no tenían conocimiento de que tuvieran familiares que no fueran suecos, por lo menos desde que empezó el registro civil en el siglo XVII.

Parece que fui el primero.

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