Tal vez sea una extraña enfermedad académica, o tal vez un
logro meditativo importante, un “mindfulness” incorporado. Pero al leer las
críticas de Xochitl a mi trabajo en el coloquio donde presenté los avances de
tesis, me sentí muy alegre. Y más en las ironías, que, si lo he entendido bien,
son parte de la “crítica indolente”.
Tal vez tenga que ver con una duda que me ha surgido acerca
de la utilidad de la crítica. Estaba pensando que tal vez sea muy fácil decir
que la crítica es un regalo - si lo das. Pero ¿qué tal si al recibirla, más
bien se percibe como un golpe en el estómago? Parte de mi alegría creo surgí de
eso, de sentir que la recibí como un gran regalo. Como una pieza de oro. Tal
vez incluso me dio esperanza para momentos mucho más difíciles de la vida, como
si la manera de recibir críticas se podría traducir en eventos amargos que se
podrían vivir con una sonrisa. Como si me estuviera observando desde afuera,
viendo los sentimientos, pensando en cómo se producen y por qué, y viendo cómo
crecen las ideas, cómo surge el cambio con la “crisis”, pero también pensando en la procedencia y la motivación de las críticas. Una meditación activa.
También me puse contento por el silencio. Por no sentir la
necesidad de responder inmediatamente, aparte de la necesidad de agradecer el
interés, el oído. En un contexto donde la propia voz tiene que sonar, y alto –
es decir, en el contexto académico - ¿quién tiene el oído? Como si Zenón de verdad
hubiera pasado de moda, con su idea desfasada de que “tenemos dos orejas y una sola boca justamente para
escuchar más y hablar menos”. (Había ya borrado una referencia anterior al estoicismo,
pero regresa. Tiene un sonido negativo ahora, el estoicismo, por estar ligado a una idea de control sobre los sentimientos. Yo lo quisiera entender más en el sentido de poder darse cuenta de los propios sentimientos y su contexto, que no es lo mismo que el control).
Para escuchar,
es más sencillo si uno está en silencio. Lo mismo si se quiere, además,
entender lo que se ha escuchado.
Creo que eso es un aprendizaje importante, que re-aprendí de
Xochitl en combinación con un debate extraño y - para ser franco - poco interesante, que producimos
entre Valentín y yo; en ese debate el silencio no encontró un lugar, la palabra no
encontró ninguna pausa. Como una pieza de música solamente de tonos, letras
sin los espacios blancos necesarios para poder ver su forma.
El silencio. Sin el silencio parece que la crítica pierde el
sentido.
silencio o crítica, pero a dónde los dirigimos, creo que eso es lo que importa.
ResponderEliminarCreo que la crítica es indolente sino considera el para qué y por lo tanto el cómo.
Claro que puede ser un regalo, pero como en toda relación, consiste en dos vias: quien da y quien reciba y en ambos cabos cobra sentido y segnificado.
Creo que es indolente cuando quien enuncia no considera a quien recibe, por lo menos me refiero a estos espacios íntimos, donde nos intentamos cuidar, donde hablamos de crear saberes en diálogo, de personas que sentipensamos, de la transformación de las relaciones.
Hay quienes consideran una caricia una palabra dura que otorgue entrenamiento en resistencia para momentos más duros. Hay otros que lo toman como una estocada aniquiladora. Quizá dependerá de como decía Antolín, si mi bik´it o mi muk´avonto´on, o traducido en chilango, si aguantas bara o no.
¿Pero hay que tener que aguantar bara entre nosotres? ¿No tenemos suficiente de eso "afuera" en "el mundo" como pa querer traerlo también a casa, a esos espacios realmente escogidos?
Yo en lo personal valoro otras cosas de ustedes, distintas a la lección "dura" que me puedan dar. No los veo como adversarios sino compañeros de trinchera. Si es pa "aguantar" prefiero ir a un temascal.
En fin, el silencio a veces dice mucho más que muchas palabras, hay también que aprender a escucharlo...